domingo, 4 de mayo de 2008

Cuatro de marzo de ese año.

Hoy vienen de visita.
Es una histórica familia de amigos que viven en provincia
y con quienes nos vemos muy de vez en cuando.
A ella la conozco hace casi treinta años.
Nos hicimos amigas en la secundaria.

En los momentos previos a la llegada de ellos,
el ambiente está muy caldeado.
¡Ay!
Con todo lo que me esmeré para este encuentro...
ordené,
limpié,
cociné...
luché contra el caos doméstico,
volví a limpiar,
pasé la aspiradora,
hice las camas,
me bañé,
me vestí,
me maquillé,
me depilé,
me pinté las uñas...
Transpiré mucho.
Estoy colorada.
¡Hace tanto calor, carajo!
Ya está todo listo.
Está todo perfecto.
Pero esto él no lo ve bien,
cuando me ve abocada a otras cosas,
activa, en movimiento,
preparándome para otros,
se pone de terror.
Me trata mal, me ignora o me amenaza.
¿Con qué?
Con los "sábados de almuerzo".
Busca excusas para poder levantar el dedo, elevar el tono y decir:
"Si seguís haciendo tal cosa o si no hacés ya mismo lo que te ordeno,
no iremos por un año a los sábados de almuerzo".
Y sé que aunque yo lograra desterrar "los sábados de almuerzo", él se quejaría igual,
se quejaría de que no se hacen y ensayaría versiones erróneas de por qué no se hacen.
Porque cuando esos encuentros de día sábado en la casa de mi mamá se concretan hay resistencia y cuando no, hay resentimiento y sed de venganza por parte de él.
Entonces, la solución a todo esto no sería eliminar los sábados de almuezo.
La única solución sería que yo "desaparezca" de este mundo.
Si fuera tan fácil, ¿no habría "desaparecido" ya?
No lo es.
Los chicos sufrirían mi desaparición.
Ellos se sentirían distintos a los demás.
Y si hay algo que les quiero evitar a toda costa,
porque yo lo sufro y lo sufrí toda mi vida en carne propia es eso.
Porque es FEO ser distinto.
Todos van a tener mamá menos ellos.
No, no es justo.
No les puedo hacer eso.
Es evitable y se los voy a evitar.

Trato de defenderme como puedo, como sé, como me sale...
Le digo que si no vamos a ir la próxima vez que nos inviten,
les voy a decir a los chicos la verdad,
les voy a contar que él es el que impide estos encuentros familiares.
Pero nada lo detiene, nada lo asusta,
ni siquiera el que le diga que con estas actitudes
está perjudicando a sus hijos,
los convierte en antisociables,
no les permite disfrutar de primos y tíos
y logra que cuando están por venir visitas
haya tirantez, "guerra".
Y se mezclan las cosas.
Sucede que mis hijos no quieren ir
mañana con mi suegra a pasar el día
al aire libre.
Ella los invitó.
Sé que mi hijo mayor dice que sí "por compromiso",
pero la idea no le atre ni un poquito.
El menor, dice que no "a viva voz"
y se arma una guerra campal
¿Y yo que tengo la culpa?
Yo no les meto cosas en la cabeza.
Yo no soy responsable de que ellos tengan
mejor vínculo con mi mamá que con mi suegra.
Al contrario, a mí me vendría bárbaro que les gustara irse,
que disfrutaran de no estar en casa y estar con otra gente.
Hay mucha tensión.
Están por venir.
También se "mete" con las cosas que preparé para servirles
a los invitados.
Me defiendo.
Le digo que él elige con quíénes y cuándo
(y bastante difícil resulta últimamente concretar
encuentros)
pero que con MI "anfitrionazgo" no se meta...
En definitiva, es una de las pocas cosas que aún conservo,
el "anfitrionazgo", MI "anfitrionazgo"...
Y están por venir, faltan minutos y yo estoy como un animal con miedo, dando vueltas.
Agarro Salmos (Tehilim) y leo buscando desesperadamente de qué agarrarme
para mágicamente cambiar esta situación tan infernal.
Leo Tehilim y lagrimeo.
Cuando tocan el timbre, me seco rápidamente.
Creo que lo disimulo bien, pero lo que sí no puedo tapar
son estos kilos...
Y mis amigos parece que vinieron preparados
a darme un "discurso" sobre el tema.
Y me hablan, con cariño, con inocencia,
me hablan loas de los clubes de dieta del famoso
doctor de la tele, de lo importante que es que toda la familia me apoye
y haga cambios también en su forma de comer.
Pero en ese instante en el que alguien en la vida me habla a mí,
se dirige hacia mí, a Flor Guillermina Maestro,
en el que alguien se preocupa por mí e intenta ayudarme,
siento una vez más que quiero desaparecer y él...
¿Podés creer?
¡Juega al Metegol con los chicos menores, juega con ellos al Twister, y hacen
ruido, y gritan y "tapan" !

Luego, cuando logramos que él vuelva a la mesa de adultos
como corresponde, se habla sobre nuestro viaje y después
y por durante mucho tiempo, ellos hablan de ellos.
Les pasan cosas horribles.
No creo que sean más felices ni que yo tenga nada para envidiarles,
o sí?
Y mi hijo menor no se "halla" y merodea y "moscardea".
Y él está como un "klotz", como un "butz" y yo, no sé cómo ayudarlos
con lo terrible de lo que me cuentan... robos, enfermedad psicológica de mi amiga y demás.

Cosas grosas de verdad.
Cuando los acompañamos a la parada, aprovecho que su marido y él mío se ponen a
charlar entre ellos y no oyen y me "suelto" un poco con mi amiga
y le cuento sobre mí, algo logro descargar...
Pero ella me confiesa que en su matrimonio el clima está "enrarecido", porque
sumado a otras cosas, su marido se peleó con el hermano de ella.
Tras despedirlos y llegar a casa, sufro.

Me siento sola.
Me espera una pila de vajilla para lavar,
una cena para cocinar (sí, claro está que de eso no me salvo)

y un marido (?) pasivo, caracúlico y MALO.
Siento un vacío, mucha angustia.
Veo mal el futuro...

Ah, y la horrible sensación de estar cada vez más lejos de todos y de todo.

jueves, 1 de mayo de 2008

Tres de marzo de ese año.

Ella salió con mi hijo menor.
Luego, sube a traerlo.
Se quiere ir rápidamente pero logro "retenerla".
Se sienta, le ofrezco café, acepta, se lo sirvo.
Charlamos largo, "como si nada"...
Siento un poco de alivio, pero todavía quedan veinte sábados de invitación este año...
¿Cómo haré para "pilotear" todas y cada una de esas invitaciones?
Mi hijo mayor se va con ex-vecino-amigo al ciber.
El teléfono suena en estos días y no atiendo.
Por las mías, yo no llamo a nadie.
Con las comidas, no me cuido.
En fin, todo sigue igual.
La única gran diferencia es que escribo y que cada vez soy más consciente de este infierno.
¿Se puede remontar un matrimonio así?
¿Hay alguna posibilidad o eso sería artificial?
¿Sirve sostener y hacer durar esto?
Los chicos "maman feo"; pero también les afectarían las otras opciones.
Somos una familia estructurada, convencional, clásica, tradicional, conservadora...
No nos entra en la cabeza otra forma de vida que la de seguir unidos (¿unidos?).
Debo tomarme esta vida que llevo como un trabajo.
Sí, me "pagan" para servir, cocinar, decir sí...
sísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísísí
¿Debo alejarme de familiares, amigos, conocidos?
Yo, quizas, no los extrañaría tanto, de hecho, ya no los estoy frecuentando como lo hacía antes y sobrevivo.
Pero... ¿Y ellos?
¿Qué van a pensar?
¿Que estoy enojada?
¿Que no los quiero?
¿Que me abuso y voy siempre de visita y yo no invito nunca?
¿Creerán que soy yo la que trabo y no quiero invitar?
¿Entienden todos que él es el arisco?